«El rol del educador en las nuevas fronteras de la educación popular del siglo XXI» fue el título del foro virtual que tuvo lugar este viernes 16 de abril, en el marco de la realización del XLVIII Congreso Internacional de Fe y Alegría, programada para octubre de este año.
Este es el segundo encuentro que se efectúa en este contexto, y tuvo como objetivo promover la reflexión frente a los desafíos de la educación popular en el siglo XXI para potenciar el rol de educadores como sujetos de trasformación, y generar la creación de una red que posibilite el trabajo y la producción de conocimiento colaborativo. Cabe mencionar que el primero de estos encuentros se realizó en noviembre de 2020 y el próximo de ellos se llevará a cabo el viernes 02 de julio.
En la oportunidad, Víctor Murillo, Director Nacional de Fe y Alegría Colombia, señaló que la emergencia del Covid-19 visibilizó otros virus como la pobreza, la exclusión social y la injusticia. «La convivencia de estos virus movió las líneas de nuestras fronteras, se ampliaron las temáticas demandadas y se incrementaron las solicitudes a la pedagogía que más que nunca tiene que ser innovadora para responder a antiguas y nuevas realidades», dijo. En este contexto, explicó que los educadores de Fe y Alegría necesitan profundizar y movilizar su rol y responsabilidad. El primer rol – explicó – gira alrededor del compromiso de ellos con el propósito de la educación popular; el segundo tiene que ver con la fe en el futuro y en la humanidad; el tercero se refiere a avivar la esperanza; y el cuarto se relaciona con escuchar todo lo que habla alrededor del educador.
Carmen Pellicer, presidenta de la Fundación Trilema, España, por su parte, se refirió al rol del educador para potenciar en los educandos la interioridad y espiritualidad, poniendo énfasis en la importancia de que el educador debe tener una fe inteligente, profundizando en las propias creencias, razonándolas y viviendo la experiencia de misterio. «Tener una vida espiritual de la que pueda beber hoy es fundamental, desarrollando un hondo sentido eclesial en esa experiencia de biodiversidad eclesial. El educador en la escuela debe ser artífice provocando experiencias fundantes de certeza de Dios», manifestó.
Marco Raúl Mejía, voluntario en Planeta Paz e investigador colombiano, abordó el rol del educador como agente de cambio y transformación frente a las nuevas fronteras, planteando tres tesis. La primera de ellas es que la educación popular es una propuesta educativa y pedagógica, donde todas las educaciones son para toda las sociedades, y no algo para trabajar con pobres; la segunda es que hay múltiples visiones de educación popular en muchos lados, y en ese sentido es necesario hablar de educaciones populares no como un discurso, sino que como una práctica; y la tercera señala que la educación popular se sigue haciendo porque es una construcción colectiva.
Pepe Menéndez, asesor en transformación educativa, planteó sus ideas en torno a las prácticas que permitirán a los educadores construir una sociedad en su entorno local. Para ello mencionó aspectos clave como la importancia de percibir, recordar, significar, habitar la realidad, habitarse y optar en el mundo. A su juicio, todo ello requiere dos aspectos: una escuela donde los alumnos sientan que pertenecen a una comunidad y a una sociedad, y que sea inclusiva. «Deberíamos tratar de que el concepto inclusivo sea una manera de entender el sentido de pertenencia y nuestra tarea educativa». Además, indicó que otro punto relevante es la espiritualidad, entendida como el ámbito en las prácticas educativas donde se da espacio al autoconocimiento y vivencias en tornos al concepto general de espiritualidad. Esto, desde el acompañamiento, estableciendo vínculos con alumnos, familias, educadores, entre otros.
Finalmente, Monserrat del Pozo, Superiora General de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazareth, se refirió a las herramientas y capacidades requiere el educador para educar en la construcción de esta nueva sociedad. «La herramienta del educador es generar arquitecturas participativas, dejándose interrogar en el aula, aceptando pensamientos disruptivos, y dejando que emerjan otros modelos mentales. No solo le corresponde la tarea de trabajar contenidos establecidos, sino de generar las condiciones y disposiciones que movilicen las capacidades transformadoras comunitarias y sociales», aseveró.