En octubre el Papa Francisco volvió a tratar el tema de la educación en un video mensaje, en el que relanzó la propuesta del Pacto Educativo Global que parte de la base de que «educar es un acto de esperanza». El video del Pontífice se transmitió durante un acto en la Pontificia Universidad Lateranense, promovido por la Congregación para la Educación Católica, dedicado específicamente al mundo académico.
En su mensaje, el Pontífice señaló que, según algunos datos recientes de organismos internacionales, se habla de una “catástrofe educativa” ante los aproximadamente diez millones de niños que podrían verse obligados a abandonar la escuela a causa de la crisis económica generada por el coronavirus, aumentando una brecha educativa ya alarmante -con más de 250 millones de niños en edad escolar excluidos de cualquier actividad educativa-.
En este contexto, señaló que «vemos que no son suficientes las recetas simplistas o los vanos optimismos. Conocemos el poder transformador de la educación: educar es apostar y dar al presente la esperanza que rompe los determinismos y fatalismos con los que el egoísmo de los fuertes, el conformismo de los débiles y la ideología de los utópicos quieren imponerse tantas veces como el único camino posible».
Al mismo tiempo, añadió que «creemos que la educación es una de las formas más efectivas de humanizar el mundo y la historia. La educación es ante todo una cuestión de amor y responsabilidad que se transmite en el tiempo de generación en generación».
Por los motivos señalados, el Papa se comprometió personal y conjuntamente a:
— Poner en el centro de todo proceso educativo formal e informal a la persona, su valor, su dignidad, para hacer sobresalir su propia especificidad, su belleza, su singularidad y, al mismo tiempo, su capacidad de relacionarse con los demás y con la realidad que la rodea, rechazando esos estilos de vida que favorecen la difusión de la cultura del descarte.
— Segundo: Escuchar la voz de los niños, adolescentes y jóvenes a quienes transmitimos valores y conocimientos, para construir juntos un futuro de justicia y de paz, una vida digna para cada persona.
— Tercero: Fomentar la plena participación de las niñas y de las jóvenes en la educación.
— Cuarto: Tener a la familia como primera e indispensable educadora.
— Quinto: Educar y educarnos para acoger, abriéndonos a los más vulnerables y marginados.
— Sexto: Comprometernos a estudiar para encontrar otras formas de entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso, para que estén verdaderamente al servicio del hombre y de toda la familia humana en la perspectiva de una ecología integral.
— Séptimo: Salvaguardar y cultivar nuestra casa común, protegiéndola de la explotación de sus recursos, adoptando estilos de vida más sobrios y buscando el aprovechamiento integral de las energías renovables y respetuosas del entorno humano y natural, siguiendo los principios de subsidiariedad y solidaridad y de la economía circular.
«Así tenemos que seguir: todos juntos, cada uno como es, pero siempre mirando juntos hacia adelante, hacia esta construcción de una civilización de la armonía, de la unidad, donde no haya lugar para esta virulenta pandemia de la cultura del descarte», concluyó.
Fuente: https://www.vaticannews.va/