100% sanmateíno. Así se declara Felipe Sáez Villaseca, actual Director Escuela San Ignacio de Loyola de Valparaíso. Y cómo no, si cuando llegó al Colegio San Mateo de Osorno en 7° Básico luego de una no muy buena experiencia escolar en otro establecimiento, se le abrieron las puertas y pudo, según sus palabras, desarrollarse mucho más allá de lo académico. «Fue un tiempo muy bonito, aprendí muchas cosas y me sentí reconocido como persona. Fue un período de conocerme a través de los Ejercicios Espirituales, de CVX, de Scout, y del montañismo; había muchas cosas que aprender, a las que se les daba igual importancia que a lo académico», rememora.
Si bien recién egresado entró a la Universidad Alberto Hurtado (UAH) a sociología, más tarde optó por su verdadera vocación: la pedagogía. Luego de egresar de la Universidad Católica y dedicarse a viajar un tiempo, aterrizó en Chile y comenzó su vida laboral en la Fundación Súmate -ex Álvaro Lavín- donde se desenvolvió en distintas áreas.
Pero más adelante, luego de un período en cargos público y tras su matrimonio con Valentina – con quien ahora tiene dos hijos, Diego (10) y Vicente (7) – proyectó su vida en familia y ,juntos, decidieron mudarse a Viña del Mar. En esta nueva locación, su primer desafío laboral fue como Director Ejecutivo del Hogar de Cristo de la Región de Valparaíso y ya en 2019 llegó a la Escuela. «Me invitaron a participar del proceso y me interesó harto; me pareció un desafío más vinculado a mi área profesional, porque además tengo un Magíster en Gestión y Dirección escolar en la UAH, entonces ser director de una escuela era un sueño y cuando me contaron de la posibilidad no dudé en tomarla», asevera.
En este cargo, y al mirar hacia atrás, se ha podido dar cuenta de que el valor de trabajar en una institución vinculada a la espiritualidad ignaciana es, a su juicio, principalmente, que el estilo de liderazgo es mucho más horizontal y preocupado por las personas. «Para mí eso es fundamental. Creo que una de las cosas que me ha ido abriendo puertas es mi forma de relacionarme con las personas. Lo viví en Súmate y en el Hogar de Cristo. Todos tenemos algo que aportar sobre todo en cuanto a propiciar el respeto por las personas, su dignidad, entre otros», afirma, junto con reconocer que éste es un sello que le dejó su paso por el colegio.
Felipe repiensa su reflexión y continúa: «Más bien, creo firmemente que hay un camino de construcción de sociedad desde la espiritualidad ignaciana. Yo lo viví y a mí me generó un gran cambio el hecho de vincularme ‘con’, de encontrarme en un ambiente donde se respetaban mis habilidades y actitudes, y donde se permitió mi desarrollo en función de esas habilidades, respetando la diversidad. Eso es lo que más me motiva de haber estado y de estar vinculado a lo ignaciano», dice.
Finalmente, agradece, en todo este tiempo, tener la oportunidad de crecer y de reconocer – y reconocerse – no solo profesionalmente, sino que como persona. «Sentir que éste en un lugar en el cual aporto por ser quién soy, y no por lo que soy, es muy satisfactorio. En cualquier parte te puedes desarrollar técnicamente, pero no en todas las entidades abren un espacio de desarrollo personal y eso, las instituciones vinculadas a la espiritualidad ignaciana, lo tienen de manera intrínseca», cierra.