El Papa a los jesuitas: dejémonos inquietar por el grito sufriente del mundo

31 Mar, 2022 | Noticias

“Queridos hermanos y hermanas, que el santo padre Ignacio nos ayude a custodiar el discernimiento, nuestra preciosa herencia, tesoro siempre válido para difundir en la Iglesia y en el mundo, que nos permite ‘ver nuevas todas las cosas en Cristo”.

Así lo señaló el Papa Francisco en su homilía en la Santa Misa celebrada el 12 de marzo, en la iglesia del Gesù de Roma, y presidida por el Prepósito General de la Compañía de Jesús, el Padre Arturo Sosa Abascal, con ocasión del 400º aniversario de la canonización de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, quienes fueron proclamados santos el 12 de marzo de 1622 junto a Teresa de Jesús, Isidro Labrador y Felipe Neri.

La celebración Eucarística que forma parte de la celebración del Año Ignaciano – que inició el 20 de mayo de 2021 y durará hasta el 31 de julio de 2022 – con que la Compañía de Jesús conmemora el 500° aniversario de la conversión de San Ignacio de Loyola, estuvo centrada en el Evangelio de la transfiguración el cual nos presenta, dijo el Santo Padre, cuatro acciones de Jesús en las que encontramos indicaciones para nuestro camino: «tomar consigo» (Él fue quien tomó a los discípulos, y es Él quien nos ha tomado junto a sí); subir (el camino de Jesús no es cuesta abajo, sino que es un ascenso); orar (la transfiguración nace de la oración); y la necesidad de «tomar cada día las riendas de nuestra llamada personal y de nuestra historia comunitaria».

Para nosotros, los jesuitas, precisó el Santo Padre, la salida y la subida siguen un camino específico, que la montaña simboliza bien. En la Escritura, la cima de las montañas representa el borde, el límite, la frontera entre la tierra y el cielo. Y estamos llamados a salir para ir precisamente allí, al confín entre la tierra y el cielo, donde el hombre se “enfrenta” a Dios con dificultad; a compartir su búsqueda incómoda y su duda religiosa.

«Es allí donde debemos estar, y para ello debemos salir y subir. Mientras el enemigo de la naturaleza humana quiere convencernos de que volvamos siempre sobre los mismos pasos, los de la repetición estéril, los de la comodidad, los de lo ya visto, el Espíritu sugiere aperturas, da paz, pero sin dejarnos nunca tranquilos, envía a los discípulos hasta los últimos rincones del mundo. Pensemos en Francisco Javier», manifestó.