Artículo: «Oportunidades y desafíos de colaborar e incidir juntos en redes hoy – Aprendizajes desde la Red Educacional Ignaciana (REI) de Chile

26 Nov, 2024 | Noticias

Compartimos el artículo escrito para Educate Magis por el Delegado para la Educación Escolar y Presidente de la Red Educacional Ignaciana, Juan Cristóbal García- Huidobro S.J, quien se refiere a las oportunidades y desafíos de colaborar e incidir juntos en redes hoy en día, y los aprendizajes de REI al respecto.


Nuestro proyecto educativo hoy: La belleza y complejidad de “quererlo todo”

Los 10 identificadores de un colegio jesuita en el documento Colegios jesuitas: Una tradición viva en el siglo XXI (2019) reflejan algo obvio, pero pocas veces discutido: Nuestro proyecto educativo es precioso, pero extremadamente complejo. ¿Por qué? Pues, como me dijo un docente alguna vez: “lo queremos todo”. Buscamos excelencia académica y también desarrollo social, espiritual y deportivo. Junto con eso, aspiramos a integrar diversidad socioeconómica, cultural y cognitiva. En un mundo secular, que tiende a excluir lo religioso del espacio escolar –privatizándolo–, queremos una profunda formación espiritual, con vida comunitaria y eclesial. Y todo esto, lo realizamos en contextos de mercado y baja natalidad, es decir, teniendo que desarrollar estrategias para atraer familias, mantener acotados los costos, etc.

Creo que esta complejidad es un rasgo esencial de la educación jesuita hoy, con su belleza y su dificultad. Por un lado, esto hace que nuestra educación sea muy pertinente para los tiempos actuales, pues intenta dar respuesta a muchas inquietudes de hoy; asume muchos factores que las familias buscan para sus hijas e hijos. Pero, por otro lado, esto hace que se trate de un modelo educativo costoso y difícil de gestionar, pues exige asumir muchas tensiones simultáneamente. Otros reducen esta complejidad, abordando menos variables. Son colegios de elite que ofrecen formación religiosa, pero sin inclusión socioeconómica; o son colegios inclusivos y con buenos resultados académicos, pero sin formación religiosa profunda.

Esta “opción por la complejidad”, si acaso cabe decirlo así, exige ciertas condiciones para que el modelo sea viable y sostenible. Primero, debe haber gobernanza y gestión muy sólidas: eficientes, cuidadosas de las personas y los recursos, con rumbo claro, etc. En segundo lugar, también supone atención permanente a los requerimientos de las familias, que son distintos en cada país y ciudad: ¿calidad académica?, ¿inglés?, ¿logros deportivos? Y tercero, todo debe estar cruzado por una identidad jesuita clara, cuyo núcleo es la conciencia de la acción reconciliadora de Dios en la realidad, como fuente de una esperanza única y un compromiso radical con la humanidad y sus sueños colectivos de justicia, fraternidad y paz.

Las redes en este proyecto: Oportunidad y desafío

En este marco general, el identificador #8 de un colegio jesuita según Colegios jesuitas: Una tradición viva en el siglo XXI –el compromiso con ser red global al servicio de la misión– refiere al deber de establecer redes locales con (a) otros colegios, (b) ONGs comprometidas con el bien común, (c) otras obras jesuitas y (d) la Iglesia local. Además, apunta a que “con gran urgencia, los colegios jesuitas deben hacer red unos con otros, en todos los niveles” (#241). Para esto último, se pide buscar nuevas maneras, que vayan más allá de las estructuras tradicionales del gobierno jesuita (#244-245).

Sin duda, se trata de un factor distintivo de un colegio jesuita, arraigado en el llamado a la universalidad de la misión de la Compañía de Jesús, que tiene una larga tradición histórica. Los colegios jesuitas siempre han estado vinculados en redes a lo largo del mundo, desde sus comienzos en el siglo XVI.

Sin embargo, hoy vivimos en un nuevo contexto. No sólo en cuanto a la globalización y los avances tecnológicos que permiten nuevas oportunidades para hacer realidad este llamado a la universalidad mediante las redes (#239). También, en cuanto a la competencia por alumnos entre colegios en situaciones de menor natalidad que estresa los presupuestos (al menos en occidente), en cuanto a la secularización y la dificultad para formar en la fe, y en cuanto a la superficialidad de la vida y los tiempos para la profundidad. Es decir, también vivimos un nuevo contexto en cuanto a las condiciones de posibilidad para desarrollar el proyecto educativo jesuita, con toda su belleza y su complejidad.

En este sentido, nuestra experiencia concreta en Chile hoy es que las redes traen grandes oportunidades de sinergia, pero, al mismo tiempo, los colegios están muy exigidos en múltiples dimensiones. Muchos educadores y directivos (así como jesuitas) tienen más conexiones que las que deberían; terminan gastando más tiempo en oficinas y computadores que en oración o en el contacto directo con sus estudiantes y colegas. Es decir, percibimos que las redes tienen un carácter ambivalente: son una gran ayuda para desarrollar proyectos importantes e incidir juntos para el bien común, pero también pueden ser una fuente invisible de dispersión y distracción, que tenemos que discernir con libertad e inteligencia. Según el anterior P. General, Adolfo Nicolás S.J., “estar distraídos” es uno de nuestros mayores retos espirituales y apostólicos hoy, tanto a nivel personal como institucional. Al decirlo, se refería a estar con la atención puesta en tantas cosas que no se da la calidad necesaria a lo fundamental. Eso exige hondura espiritual, tiempo, ascesis y –en último término– atrevernos a “podar para dar fruto” (Jn 15, 2); cuestión que cuesta en estos tiempos de hiperconectividad y multiplicación de los vínculos y las posibilidades.

Claves para navegar la complejidad y trabajar en redes desde la experiencia en Chile

Asumo que la mayor parte de los colegios jesuitas y compañeros en la misión viven intensamente esta ambivalencia de la realidad y el trabajo en redes. Por ello, quisiera ofrecer algunas claves –en base a la experiencia chilena– que ayuden a caminar en el escenario actual, respondiendo al llamado a fortalecer las redes y cuidando que estas nos potencien en lugar de hacernos perder el foco.

A modo de contexto, comparto que la Provincia jesuita de Chile coincide geográficamente con el país (a diferencia de otras provincias, que suman varios países o son una región dentro de un país). En esta situación, los jesuitas chilenos tenemos 10 colegios propios, a los cuales se suman 6 colegios compañeros en la misión (vinculados a la Compañía de Jesús, sin depender de nosotros). Estos 16 centros educativos forman la Red Educacional Ignaciana (REI). A nivel continental, la REI es una de las 12 redes provinciales que forman la Federación Latinoamericana de Colegios de la Compañía de Jesús (FLACSI). Y, a nivel global, FLACSI es una de las seis federaciones regionales que forman la Red Global Jesuita de Colegios.

Desde esta realidad, comparto las siguientes tres claves como fruto de la experiencia vivida.

1. Urge distinguir al menos tres niveles de red y las particularidades de cada nivel

Para todos los niveles de red solemos usar la misma palabra –red–, como si los niveles fueran equivalentes. Pero no lo son y el tiempo nos ha enseñado que urge distinguirlos (e, incluso, desarrollar lenguaje para diferenciarlos). Un primer nivel de red es el provincial (que, en el caso de Chile, coincide con el país). El segundo nivel es continental (FLACSI) y, luego, el tercer nivel es la red global.

A diferencia de las redes continental o global, la red provincial es más que colaboración. De hecho, se podría decir que una red provincial es más un “sistema de colegios” que una red propiamente tal. Siguiendo la tradición jesuita de que el gobierno está en el nivel provincial –y con ello, la responsabilidad institucional–, la red provincial conlleva compromisos económicos, procesos administrativos, evaluaciones de personas y estándares que cumplir. A medida que Chile avanza hacia liderazgos laicos en los colegios, hemos aprendido la relevancia de tener una Oficina Provincial de Educación desde la cual supervisar las finanzas de los colegios, sus resultados educativos y, cada vez más, los asuntos legales. Esto coincide con los hallazgos de la investigación más reciente en este tema, que sugiere que concebir el colegio como la unidad administrativa más pequeña de un sistema escolar es muy ineficiente. Lo mejor es pensar un conjunto de colegios con administración central y, en Chile, estamos construyendo esa estructura a nivel provincial/nacional.

La red continental, FLACSI, aporta vínculos fundamentales, pues varios desafíos educativos trascienden la realidad nacional/provincial. No obstante, FLACSI no tiene responsabilidad por los colegios. Es un espacio de auténtica colaboración para realizar esfuerzos imposibles en el nivel provincial por la falta de experticia o de escala. También, está el potencial de los intercambios internacionales de estudiantes, docentes y directivos, en lo cual hay mucho terreno para crecer.

La red global está naciendo; recién comenzó a articularse formalmente desde el Coloquio en Boston en 2012. No obstante, pareciera ser el nivel en que habría que desarrollar esfuerzos de mayor complejidad y envergadura en incidencia pública internacional, aporte intelectual, desarrollo de instrumentos de evaluación como los del Bachillerato Internacional, etc.

2. El principio católico de la subsidiariedad es fundamental para el trabajo en red(es)

Una y otra vez, la experiencia nos ha confirmado el viejo principio católico de la subsidiariedad, opuesto al desarrollo de superestructuras con poco fruto para los beneficiaros finales en los colegios (que, además, tienen que costear estas estructuras). Hemos confirmado que los análisis y las decisiones son más sabias y apropiadas mientras más cerca se toman del problema a resolver y mientras más involucran a las y los sujetos que gozarán o sufrirán las consecuencias de la decisión (#245).

Este principio me parece especialmente relevante para el trabajo en redes de nivel provincial y continental (es decir, los dos niveles intermedios). Por un lado, la red provincial debe dar lineamientos, acompañar y sostener los colegios, pero –incluso si esta conlleva una administración central– se deben potenciar las capacidades locales, especialmente en la gestión propiamente educativa (el acompañamiento estudiantil y docente en temas académicos y pastorales-formativos).

Por otro lado, la red continental depende directamente de la calidad de las redes provinciales y ha de apoyarlas en aquello que no se pueda o no convenga realizar a nivel provincial/nacional. En FLACSI, por ejemplo, estamos desarrollando pensamiento sobre currículum ignaciano e intercambios entre estudiantes de distintos países. Hace poco, dejamos un sistema de aseguramiento de la calidad construido federativamente, pues –entre varios motivos– algunas oficinas provinciales estaban empezando a desarrollar adaptaciones locales del sistema, intentando responder a las políticas educativas de su(s) país(es). Seguramente, nuevos esfuerzos continentales en el tema exigirán definir qué construir en el segundo nivel de red como complemento al nivel provincial de gobierno.

3. En todos los niveles, hay que discernir qué vínculos y proyectos en red(es) potencian la educación de nuestro estudiantado o amplían nuestra incidencia para el bien común

Dada la belleza de nuestro proyecto educativo y la situación compleja en que lo realizamos hoy, llena de tensiones y desafíos, la experiencia indica que urge discernir qué esfuerzos conviene desarrollar en qué nivel de red, focalizando los tiempos y recursos disponibles en lo que dará más fruto para nuestras y nuestros estudiantes, así como para nuestra incidencia colectiva en pos del bien común. En el fondo, es integrar el llamado a la universalidad de la misión con el cuidado por el foco y la sostenibilidad identitaria y económica de nuestros colegios, optando por cultivar la profundidad (versus la superficialidad propia de la cultura actual) y evitando el encarecimiento de nuestra educación.

En concreto, les comparto algunos discernimientos de Chile en cada nivel de red. Primero, decidimos fortalecer e institucionalizar el nivel provincial. Por un lado, estamos desarrollando estructuras centrales de sostén administrativo y académico para los 10 colegios jesuitas. Y, por otro lado, estamos animando una REI (que suma a los 6 colegios compañeros en la misión) con un Ideario Educativo Común, que se encarna en un Modelo Común de Área de Pastoral y Formación y un Marco Curricular Ignaciano. También, creamos una Escuela de Educadores y Directivos para formar a nuestros más de 2.000 educadores en alianza con la Universidad Alberto Hurtado (la universidad jesuita de Chile).

Luego, también optamos por fortalecer ciertas colaboraciones internacionales. Por un lado, con toda FLACSI estamos desarrollando teoría y lineamientos curriculares jesuitas y esperando que crezcan las posibilidades de intercambios estudiantiles. Como parte de esta vida en FLACSI, tenemos una alianza estratégica con la Red Argentino-Uruguaya de Colegios (RAUCI) –nuestra red provincial más cercana– que ya ha tenido varias visitas mutuas para compartir intuiciones sobre cómo renovar nuestra acción pastoral y su lugar en el currículum. Por otro lado, con la red global estamos intentando hacer de www.educatemagis.org nuestra plataforma de operación y conexión, de manera que todas nuestras comunicaciones y reuniones ocurran en base a esta plataforma y eso permita el despliegue de colaboraciones más amplias.

Caminar juntos en redes, ofreciendo nuestro tesoro con calidad, prudencia y humildad

Comencé el artículo señalando que los 10 identificadores de un colegio jesuita en Colegios jesuitas: Una tradición viva en el siglo XXI (2019) reflejan algo obvio, pero pocas veces discutido: Que nuestro proyecto educativo es precioso, pero extremadamente complejo, pues “lo queremos todo”. Al terminar, reitero mi convicción de que esta complejidad es un rasgo esencial de la educación jesuita hoy –con su belleza y su dificultad–, y que esta exige ciertas condiciones para que el modelo sea viable: gobernanza y gestión muy sólidas; atención permanente a los requerimientos de las familias, que son distintos en cada país y ciudad; y que todo esté profundamente cruzado por una identidad jesuita clara, cuyo núcleo es la conciencia de la acción reconciliadora de Dios en la realidad.

El trabajo en redes, con su dimensión de oportunidad y el desafío de evitar la dispersión, debe inscribirse en este marco mayor de la belleza y complejidad del proyecto jesuita hoy, que exige distinguir niveles de red y discernir qué conviene realizar en cada nivel, cuidando la subsidiariedad. Pienso que esto debemos hacerlo con prudencia y humildad, pues, aunque lo queremos todo, no lo podemos todo. Y nuestra vocación es realizar aquello que Cristo requiere de nosotros en la Iglesia; ni más ni menos. Esta es –y siempre ha sido– la educación jesuita, y ahí están nuestro futuro y el aporte que se espera de nosotros.

Fuente: https://www.educatemagis.org/global-stories/oportunidades-y-desafios-de-colaborar-e-incidir-juntos-en-redes-hoy-aprendizajes-desde-la-red-educacional-ignaciana-rei-de-chile/