La historia familiar tras las puertas de la Escuela San Ignacio Calera de Tango

23 Jun, 2021 | vida de nuetros colegios

Si hay algo que tiene la Escuela San Ignacio Calera de Tango es historia. Fue fundada en el año 1890, declarada monumento Nacional en 1971 y está ubicada junto al también monumento nacional Iglesia y Casona de los Jesuitas. Por sus aulas, en las que buscan formar integralmente con valores cristianos que se viven a través de la Espiritualidad Ignaciana, han pasado cientos de niños y niñas en sus 131 años de funcionamiento.

Tras sus puertas, surge la particular historia de Natalia, María José y Margarita Quiroz Rocuant, tres hermanas que han permanecido durante varios años entregando su vocación en distintas áreas del colegio. Natalia es la actual bibliotecaria, mientras que María José es educadora de párvulos y profesora del Primer Ciclo, y Margarita, profesora básica. Las tres son apoderadas de esta institución.

Todo partió en el año 2004, época en que Natalia pasaba mucho tiempo en la escuela acompañando a su hijo Freddy – el segundo de cuatro hermanos y que actualmente tiene 25 años – en su 1° Básico, a causa de su discapacidad. En una ocasión, le pidieron apoyar el área de fotocopiado; luego hizo algunos reemplazos como auxiliar y secretaria, hasta que Freddy salió de 8° Básico y Natalia decidió enfocarse en su rehabilitación. «Un día me llamó don Miguel Almendras – actual rector – para que hiciera un reemplazo en biblioteca y después me contrataron. Desde ese tiempo estoy acá», comenta.

Natalia afirma que la biblioteca es su segunda casa. «Me encantan los niños. La interacción que tenemos, es algo muy llenador; trato de que aprendan en un espacio agradable y acogedor, donde se puedan encontrar», sostiene. Pero no solo la biblioteca ocupa sus horas por estos días, sino que además, se encuentra haciendo su práctica como trabajadora social en la misma escuela. Una de sus alegrías de este año es que su hija María José está cursando su enseñanza media en el Colegio La Misión, tras obtener la beca que este establecimiento ofrece año a año a estudiantes de la escuela que egresan para iniciar su I° Medio. «Recordar ese momento me llena de orgullo; es algo muy grande, porque es una muy buena oportunidad para mi hija; está muy contenta y agradecida», agrega.

Un llamado similar al de Natalia recibió María José, educadora de párvulos, y profesora Básica de Primer Ciclo, en 2005, del rector de la época, Luis Donoso. «En ese minuto no estaba muy cómoda en mi actual trabajo, fui a entrevistas con él y quedé para trabajar en un 3° Básico, lo que fue un desafío, porque mi fuerte era la educación parvularia. Ahí me enamoré del colegio, de su ambiente, de cómo te acogen. La escuela ha sido testigo de cómo uno va creciendo, aprendiendo en formación ignaciana y de cómo te potencian», dice María José, quien hoy es profesora jefe de 4° Básico, encargada de Ambiente Sano y miembro del equipo directivo.

La historia de Margarita, profesora jefe de 8° Básico comienza en 2010. Según cuenta, siempre quiso trabajar en  la escuela por las referencias que tenía. «Yo fui a dejar mi currículum sin que María José supiera. Me llamaron para hacer clases de ciencias y en la entrevista don Luis me preguntó cómo sería el trabajo teniendo a una hermana acá… yo le dije aquí seríamos compañeras de trabajo», recuerda.

Margarita indica que lo que más le gusta de su trabajo es la relación que tiene con los niños y la mística y energía especial que tiene la escuela. «He trabajado en tres colegios de forma paralela y éste marca una diferencia rotunda en todo lo que se hace. Me encanta este colegio, lo que se hace por los niños y la relación entre los colegas», dice.

Las tres hermanas coinciden en que son muy unidas en lo familiar, pero que «el trabajo es trabajo». Natalia señala, incluso, que se ven muy poco, porque tienen distintos horarios.  María José, en tanto, comenta que, mutuamente, respetan sus espacios y valoran cómo ha ido creciendo cada una. «Nos vamos potenciando y ayudando, pero separamos roles. Nos retroalimentamos y decimos las cosas como corresponde y eso nos ha permitido seguir juntas», expresa.

Finalmente, Margarita destaca que ser profesionales a la hora de trabajar es lo que les ha permitido permanecer tanto tiempo juntas en el mismo lugar. «Podemos pedirnos ayuda o aconsejarnos en lo profesional, pero siempre desde la confidencialidad. Respetamos mutuamente las decisiones que cada una tome. Nuestros sobrinos e hijos saben que no hay privilegios con ellos; tenemos bien delimitado el tema de manera muy espontánea y casi implícita», apunta.

Historias como estas son las que dan sentido a trabajar en red y que motivan a sus formadores a mantenerse en nuestros colegios y escuelas.