Cuando Margarita Sanhueza supo que en el Colegio San Francisco Javier de Puerto Montt estaban en búsqueda de profesores para integrarse a su planta docente, no lo pensó dos veces. Desde que nacieron sus hijos Laura (6) y Salvador (5) dentro de sus planes de vida, junto a su marido, figuraba la idea de mudarse al sur. Así y luego de haber trabajado 10 años en el Colegio San Luis Beltrán (SLB), en Santiago, – primero como profesora y después como Coordinadora Pedagógica- en 2016 hicieron las maletas y decidieron partir.
«Siempre tuve la idea de ofrecer una mejor calidad de vida a mis niños y por eso tomamos la decisión. Me reencanté con la sala, porque llegué como profesora jefe de un 1° Básico, que es un curso muy desafiante, pero yo estaba fascinada y llena de ideas», rememora.
Sin embargo, su permanencia en el aula solo duró dos años, ya que le ofrecieron asumir la coordinación pedagógica del Primer Ciclo. Algo similar a lo que le ocurrió en San Luis Beltrán, donde ejerció como profesora jefe de 1° y 2° Básico durante seis años y luego se hizo cargo de la coordinación del mismo ciclo. Margarita se emociona al evocar esa época. «En el San Luis aprendí todo lo que tenía que aprender; es mi escuela. Al inicio me costó muchísimo, porque no tenía la experiencia ni las herramientas para trabajar con niños, pero después me enseñaron y aprendimos a escucharnos. Para mí el colegio es muy importante no solo profesionalmente, sino que como experiencia de vida, ya que allí conocí a mi marido y nacieron mis hijos», sostiene.
Si bien reconoce que en los dos colegios en que se ha desempeñado se viven realidades distintas, siempre se ha sentido «en casa», pues en ambas experiencias ha encontrado una comunidad que que te acoge y te invita como familia, más allá de lo laboral. «Hay una forma de proceder que se hace común en los dos colegios, donde se percibe una generosidad no solo para crecer como profesional, sino que en buscar lo mejor para los estudiantes», dice.
Respecto a lo que concierne a la formación de estudiantes, expresa que aunque ha trabajado con niños provenientes de distintas necesidades, siempre la labor del profesor es acompañar a los estudiantes y sacar lo mejor de ellos. «Trabajar en la red me ha enseñado a mirar a cada niño en su individualidad. Si bien queremos que nuestros estudiantes sean buenos, hay características personales y una formación integral que va mas allá de lo académico y eso se percibe tanto en SLB como como acá», asevera.
Finalmente, valora mucho el hecho de que ambas instituciones comparten la misma espiritualidad, ya que, según confiesa, su formación escolar estuvo ligada desde lo religioso a otra congregación, su familia siempre le mostró otro lado más vinculado a lo social, y a ese «Jesús amigo» que se pone en el lugar del otro. «Me encanta tener la oportunidad de, en tu lugar de trabajo, vincular tus creencias, hacer oración todos los días o poder hacer una pausa ignaciana. Siento que se habla un mismo idioma y eso es muy claro y bueno para uno como profesor», cierra.