La actual pandemia está dejando efectos indeseados en diversos ámbitos. Uno de ellos es la educación. Aquí surge una arista no menos relevante: el abandono escolar. Con esta preocupación en mente, el Ministerio de Educación impulsó una mesa de trabajo, conformada por diversos especialistas, con el fin de frenar el abandono escolar en este tiempo en que se proyecta que la ausencia de clases presenciales tendrá repercusiones, sobre todo, en los sectores más vulnerables.
Liliana Cortés, Directora Ejecutiva de Fundación Súmate, perteneciente a la Red Educacional Ignaciana, fue convocada a integrar este panel de expertos, dado que la corporación que encabeza cuenta con una agenda de incidencia de política pública hace muchos años y con gran trayectoria en reingreso escolar. «Conocemos a los niños que ya salieron del sistema, trabajamos todos los días con ellos y sabemos por qué salieron. Tenemos clara experiencia en el fracaso escolar que han experimentado», señala.
La ejecutiva expresa su preocupación por datos recientes de la Unesco y de la OCDE sobre los efectos que se advierten en Chile tras la pandemia. «Si bien hoy no hay una política pública para resolver el abandono escolar, hay algunas iniciativas, pero lo que advierte el Ministerio es que si no hay medidas, no lo prevenimos y no lo advertimos desde ahora se nos va a devolver con efectos mucho más negativos. A partir de la evidencia internacional esto un efecto esperado», comenta.
Ya el fin de semana se publicaron estimaciones del Mineduc que indican que 186 mil jóvenes están fuera del sistema escolar y se hicieron proyecciones de abandono que advierten que esta cifra podría aumentar a 267 mil.
En ese marco, Liliana Cortés entrega su visión y análisis sobre esta temática.
¿Cuál será la labor específica de esta mesa de trabajo?
La razón de este panel es contar con personas expertas en prevención y reingreso para definir medidas y desarrollar propuestas de corto y mediano plazo. Ya tuvimos nuestra primera reunión y la invitación es levantar iniciativas concretas rescatando experiencia locales, haciéndolas escalar, integrando la prevención, reteniendo a niños en el sistema y generando una oferta que esté cercana y disponible en su entorno para que los jóvenes retomen la trayectoria. La idea es tomar medidas para prevenir y para el reingreso y, con eso, frenar el abandono escolar.
¿Y cómo se logra prevenir el abandono escolar?
Para la prevención, hay tres elementos a considerar: Primero, la comunicación efectiva. Hay que considerar que ahora sucede lo mismo que en el aula presencial, donde de 30 estudiantes, 25 están atentos y cinco «perdidos». Esto también pasa a distancia y ahora hemos planteado que el foco está en esos cinco restantes. La pregunta aquí es qué actividades tenemos que seguir haciendo y cuáles que nos faltan, porque a veces nos concentramos en los 25 y a aquellos cinco los seguimos invisibilizando. Lo segundo, es el vínculo y el contexto. A todas las comunidades se nos ha abierto el mundo cotidiano en que viven los niños y niñas y hemos reflexionado sobre cómo lograr aprendizajes, conectándonos con esa realidad. A todos nos parece descontextualizado, por ejemplo, hablar de grandes eventos mundiales o temas abstractos cuando el contexto actual está muy alejado de eso. Por eso, y como tercer elemento, reordenar contenidos y agrupar objetivos de aprendizaje es una tarea de los docentes y eso tenemos que incentivarlo a través del trabajo colaborativo de ellos. Debemos lograr que ésta sea una forma de trabajo sostenida en el tiempo.
¿Cuáles son los desafíos que como Red Educacional Ignaciana deben visualizarse sobre este tema?
Lo primero es el protagonismo de niñas, niños y jóvenes. Poner a los jóvenes en el centro y que sean protagonistas de su aprendizaje es la clave. En este tiempo también hemos descubierto procesos de autonomía, han quedado más de manifiesto. Vemos niños y niñas que estaban invisibilizados en el aula presencial, pero ahora han aparecido con nuevas habilidades y liderazgos. Por otro lado, creo fundamental el intercambio de experiencias. Todos hemos aprendido y la pregunta es cómo estas buenas prácticas las mantenemos en el tiempo, las intercambiamos y compartimos. Finalmente, si bien somos una red, tenemos diferencias entre el nivel socioeconómico de las poblaciones que atendemos. En este escenario debemos generar mayor cohesión social y lograr que tengamos un Chile distinto, más equitativo, menos desigual. Debemos ver cómo pensamos al país juntos.